POR LUCIO PAROT.

Hablamos de la dominación capitalista como de una verdad que abarca amplios espacios de la vida humana, social e histórica, imponiéndose a estos con resultados y efectos prácticos, que hacen de la lucha de clases un antagonismo real y concreto en contradicciones. Marx habló de alienación para referirse a la apropiación de la plusvalía por parte del capital a la fuerza de trabajo. Más tarde desde la misma corriente de pensamiento marxista, se extrapola el término a los vacíos de conciencia de clase que se generan en el proletariado, cuando sectores de este se enajenan de sus intereses históricos, favoreciendo con ello la explotación y opresión de la clase burguesa. Es un fenómeno que expresa en términos mentales, la experiencia de abuso y dominio patronal en las relaciones sociales de producción, que no asoma resistencia ni rebelión en los obreros, pues aceptan este vínculo de explotación como una condición normal de relación laboral. También tenemos el concepto de sujeción social, y en este caso nos referimos a un fenómenos de masas, en el que amplios sectores de la población se encuentran atados (sujetos) a una visión de la realidad, que a diferencia de una interpretación, es una construcción ideológica que se proyecta desde el bloque dominante como imperativo mediático único y total. En estos casos la sujeción social, se afirma sobre condiciones hegemónicas e intimidatorias sin contrapeso político, económico, social, ideológico y también militar. Es decir, desde las clases dominadas no se ha acumulado, ni constituido, una fuerza social que equipare el peso que han cobrado las ideas capitalistas, sostenidas sobre una maquinaria de estado que puede despilfarrar recursos de todo tipo, para imponer y sostener su “verdad” burguesa e imperialista. Hasta antes del conflicto armado Ucrania-Rusia, podíamos considerar todavía vigente el “Consenso de Washington”, que tuvo su mayor despliegue en la última década del siglo XX, en los años 90.

Era un periodo de crisis de la izquierda y los revolucionarios, como también un periodo de reflujo del proletariado al nivel mundial. Sin embargo, por el contexto político internacional, no se mostraban las fisuras que provocaba el modelo de dominación en las estructuras del capitalismo como sistema. Se puede afirmar, que en este periodo de la lucha de clases, el capitalismo en su versión imperialista, caminaba a zancadas con sus propósitos y planes, pero lo hacia pisando sobre estructuras endebles y corroídas de su propia casa. La crisis estructural y que justamente hace surgir como una gran necesidad de la fracción monopólico financiera, el modelo llamado neo-liberal, no se resuelve con la nueva forma de dominación, sino que esta continúa su curso y se profundiza además.

Esta crisis de fondo del Modo de Producción Capitalista, no toca únicamente aquello que hace parte del Estado burgués como expresión histórica, sino que además, en su desarrollo alcanza los espacios que las clases y sectores dominados reservan para construir sus niveles de organización, resistencia y lucha contra la opresión y explotación del sistema. Esto quiere decir, que en todo el proceso de decadencia y descomposición de la dominación capitalista, los instrumentos con los cuales el estado burgués impone su poder, con su peso logran influir de manera significativa en las formas de vida del proletariado, para generar si les es posible, una amplia adhesión a su pensamiento y valores burgueses. Estamos afirmando, que aún en condiciones de debilidad y decadencia, el capitalismo logra mantener a su favor una correlación de fuerzas favorable a sus intereses estratégicos. Entendido esto, entonces el desafió revolucionario consiste en primer lugar en comprender el fenómeno, y en segundo lugar dilucidar con cuales herramientas trabajaremos el enfrentamiento y combate a ese pensamiento y a esos valores burgueses, que han logrado generar una hegemonía amplia al gran capital monopólico-financiero.

PODER, CONOCIMIENTO Y VALORES DE CLASE

Desde los distintos compartimentos de las ciencias, se intenta permanentemente dar cuenta de temáticas que de manera recurrente están desafiando las experiencias de los seres humanos, porque cotidianamente nos vemos enfrentados a hechos que nos colocan en una situación de inestabilidad, alteración y cambios, porque no hemos terminado de comprender acabadamente los contenidos que se instalan para intervenir la realidad en sus diferentes territorios. El marxismo ha contribuido al entendimiento de la lucha de clases como el motor de la historia, el cómo la condición de los acontecimientos materiales poseen una legalidad que de forma permanente está operando y desde la cual es posible explicarnos lo que ocurre en la naturaleza, en la sociedad y en el pensamiento humano. El quehacer revolucionario como una gigante tarea de cambios, cruza el ámbito práctico y teórico para cumplir un desafío integral de propósitos y metas, que ponen en cuestionamiento de manera radical las estructuras de poder, con las cuales la burguesía tiende a paralizar el desarrollo universal y dialéctico que subyace como el carácter esencial de las condiciones materiales objetivas. La ciencia o las ciencias, que suponen categorías de comprensión difíciles y complejas, en general sitúan el conocimiento en compartimentos y espacios reclusos, que tornan inoperante la socialización de la experiencia y los resultados de la labor científica al conjunto de las sociedades, para las cuales se supone se realiza ese ejercicio teórico e intelectual. Así y todo, el conocimiento vedado o no, no da el primer impulso a los grandes momentos de cambios, y lo más de las veces el hecho histórico transformador, se levanta como una tormenta o huracán, sobrepasando todos los datos cognitivos previamente instalados. Sin embargo, no exactamente la práctica se constituye en el origen de las revoluciones, sino el todo material que dinámicamente empuja a la acción transformadora. Es importante entonces, indagar cuales son los componentes de esa materialidad que fuerzan a estos grandes cambios históricos, y sin duda, para esta definición o caracterización de contenidos, no nos sirve el dato o estudio unilateral, ni cualquier método que se haya ensayado para que los seres humanos entendamos el mundo. En estos momentos, a los revolucionarios, además de estudiar y comprender al capitalismo como sistema, de sobre manera necesitamos pensar, diseñar y construir una herramienta que nos sirva para pasar del estado de minoría insignificante al de mayoría gravitante. Nos urge concluir un proceso de búsqueda, que nos de salida a una sociedad que trabaje y se afane por la justicia social. Y en este proceso colectivo de rearme y reconstrucción, descubrir qué es lo que afirma, lo qué apuntala de manera sólida la tarea revolucionaria. Para ello, pensamos que el legado histórico que procede de los líderes y de las generaciones pasadas de nuestra clase, contiene los elementos y las lecciones que están a nuestra mano para que sean los insumos preciados de nuestra presente lucha. En cuanto a este legado, discernir que componentes de esas tradiciones se tornan vigentes para cimentar el camino que ya estamos marcando con la resistencia que hoy oponemos al capitalismo. ESTO, LO OTRO O AMBOS Lenin nos decía que existe una dialéctica de los conceptos y también una dialéctica del conocimiento que tiene una significación objetiva. Es esa dialéctica la que nos sitúa pedagógicamente en la atención a los acontecimientos, a las experiencias dadas como la práctica de lo que se conoce. El conocimiento como proceso y experiencia cognitiva, provee a la especie humana de las significaciones y representaciones que abstraemos de la realidad, una vez realizada esta experiencia cognitiva, se convierte en un ejercicio permanente y recurrente para aprehender (apropiarnos) lo objetivo y explicarnos, no solo el mundo en el que vivimos, sino también el cómo vivimos ese mundo. Es este ejercicio cognitivo, activado por nuestra condición cerebral, el que va armando de significaciones la relación nuestra con la naturaleza, con la sociedad y con el pensar, estableciendo un vínculo de valoración hacia la materialidad objetiva e histórica. Nos acercamos a comprender, por lo tanto no solo conocemos y aprendemos, también la significación de la realidad material, nos sitúa en la conciencia de la valoración, es decir, todos los hechos y acontecimientos adquieren en nuestra conciencia un grado de atención e importancia, que nos mostró la realidad no solo como algo dado, sino también como algo que vale y que posee las características de sernos útil y necesario. En la dinámica social, las relaciones sociales de producción , generan contradicciones entre el capital y la fuerza de trabajo. El fenómeno de la explotación surge como el efecto más evidente de la contradicción capital/ trabajo. Así y todo, la experiencia de explotación y abuso sobre el proletariado, no ha sido suficiente para hacer surgir la conciencia de clases en los trabajadores.

Si bien es cierto, que la explotación y opresión capitalista acumula en el ánimo de los oprimidos sensaciones de descontento y expresiones de rebelión contra esas relaciones de abuso, nunca se convierten como actos espontáneos, en una crisis revolucionaria que resuelva la contradicción de fondo y transforme radicalmente las estructuras opresivas. Sin duda alguna, que para impulsar un salto cualitativo, se requiere el conocimiento para armarnos de una idea clara y completa de las condiciones materiales objetivas, verlo como el escenario concreto y real de la lucha de clases. Se necesita el conocimiento como el reflejo del ejercicio cognitivo que nos abre la puerta de ingreso a la realidad histórica, y será una forma de apertrecharnos de armas necesarias para combatir a nuestro enemigo de clases. Entendiendo lo anterior como una necesidad ineludible, pues el conocer nos instala en el terreno de la seguridad y la certeza, el conocimiento no siempre se constituye en la catapulta que impulsa el proyectil demoledor hacia la opresión capitalista. Las experiencias de toma de conciencia de las masas trabajadoras, nos aleccionan al respecto y nos hacen ampliar la visión para descubrir otros factores y otros elementos que generan y estimulan el ánimo y la voluntad revolucionaria en las clases dominadas.

En nuestra país a lo largo de cuatro décadas, se conformó, no exento de esfuerzos, peligros y sacrificios, un macizo y potente movimiento obrero y popular. Siempre hemos puesto en el liderazgo indiscutible de esta enorme tarea a Luis Emilio Recabarren, Elías Lafferte, Salvador Allende, Clotario Blest y Miguel Enríquez, por ser las figuras que asumieron a plenitud esta tremenda audacia social y política. En función de lo tratado, diremos que la existencia real de este movimiento obrero y popular se explica por lo que fue en cuanto a niveles de organización, consolidando en un plazo de dos décadas (1920-1940) una vertebración nacional con Mancomunales, Sociedades de Resistencia y de Apoyos Mutuos, Sindicatos en diversas ramas productivas y de servicios de afiliación obrera y campesina, federaciones y confederaciones de carácter nacional. También se hicieron presentes ligas de arrendatarios, comités de viviendas y de los sin casas, etc,etc.

Una riquísima y fecunda experiencia de organización y de luchas, y por muchos años, un movimiento obrero y popular, sostenido por un porcentaje mayoritario de analfabetos y mostrando una condición de extendida de pobreza a lo largo de nuestro territorio nacional. ¿Qué y cuánto había de conocimiento, en las filas de este movimiento de asalariados y pobres del campo y la ciudad? Muy poco, en cuanto a lo que se refiere a educación formal y también su relación con las ciencias. El ejercicio cognitivo entonces, sólo recorría la condición material y social concreta en la que vivenciaban su pobreza, su miseria y la opresión capitalista despiadada de esas décadas, esto bajo otro modelo de dominación mas centrado en el mercado interno. Arturo Alessandri Palma, líder liberal de la derecha chilena y presidente de la república en dos periodos (1920-1935 y 1932-1938), en sus discursos públicos, llamaba a los sectores populares que votaban en las elecciones, “chusma inconsciente”, pero este personero público expresaba en sus discursos, lo que toda la clase dominante en ese periodo político, pensaban de nuestra clase. Sin embargo, lo que nuestra clase tuvo de ignorante e iletrada, lo ganaba en conciencia y disposición combativa y esta capacidad la logra con unos elementos que con el tiempo, se constituyen dentro del factor subjetivo, en una suerte de impulso y guía en el proceso de organización y lucha por la justicia social, son los llamados principios que están para acerar la acción e impedir las desviaciones desde el objetivo estratégico, sintetizado en el horizonte socialista. ¿El aspirar a qué? y ¿con cuales recursos lograr esa aspiración? En la lucha de clases, teniendo como desafíos, dentro de las condiciones de vida más precarias, superar la línea de pobreza. O en las condiciones mas agudas de esa lucha, el tomarse el Poder. Los grandes líderes de nuestra clase, entendían, que en los niveles de conciencia más elementales, debían anidarse principios, valores, que sin abrigar en el cerebro conocimientos de esto o lo otro, si podían facilitar una cadena fraterna de lucha, la solidaridad, la bondad, la generosidad, el compromiso, todos, valores positivos que sí han impulsado el ponerse de pie, el ponerse en marcha. Que sí han impulsado a la unidad, a la organización como espacio de seguridad y cohesión social. En ese proletariado y sub-proletariado analfabeto, nunca hubo elementos intrincados que forzaran la conciencia a un ejercicio cognitivo como acto de razonamiento intelectual, antes lo que estuvo y lo que había era una carga valórica, que nos hace entender que lo axiológico en circunstancias sociales de deprivación, se impone como la respuesta dialéctica a la lucha de clases. La axiología, que es la teoría de los valores, nos señala en lo básico, que las relaciones que en este ámbito se hacen presentes son las relaciones de estimación (lo estimable, lo valioso), esto significa en lo práctico que se establecerán en los vínculos humanos y por ende en los sociales, estimaciones de carácter afectivo, que se crean y conducen a partir de los sentimientos. También están las estimaciones de un carácter activo, y que son mediadas por intereses, necesidades o motivos. Y nos encontraremos además con estimaciones de carácter intelectual, orientadas por ejercicios de discernimiento, procesos racionales y actos reflexivos. Nos parece – entonces – ocuparnos ahora de estas nociones científicas, para comprender el porqué, en los orígenes de la organización proletaria, como un importante sustituto de lo cognitivo se despliega lo axiológico. Entender el cómo ante una aplastante y masiva situación de analfabetismo y teniendo como contrapartida un sistema educacional excluyente, elitista y anti-democrático, las clases y sectores sociales postergados del derecho a la educación y al desarrollo de la inteligencia, apoyados en sus estimaciones, que crecían al calor de sus experiencias de opresión y explotación, pudieron convertirlas en recursos de hermandad, asociación e intereses comunes de emancipación y lucha contra esas condiciones de atropello a sus dignidades humanas.

Totalmente apartadas de los conocimientos científicos, las mayorías pobres, supieron descubrir en la base de su conciencia de clase, las herramientas que les procuraron su unidad y fuerza para enfrentar al sistema causa de su pobreza y sus miserias.

Esta realidad que el propio capitalismo había generado con sus relaciones sociales de producción, se muestra de manera evidente a los sentidos despiertos de líderes como Recabarren, Allende, mas tarde don Clotario y Miguel Enríquez, quienes ponen como el acento de la gran tarea de conducción revolucionaria, la inmensa riqueza, que aún desde una “conciencia en sí”, se encontraba latente en la vida cotidiana de las clases dominadas y oprimidas por la clase burguesa. Los valores de clase, las estimaciones obreras y populares, reemplazaron sin inconvenientes el no saber leer y escribir, los valores de clase se situaron a la vanguardia de los estímulos que se requerían para entender lo que era la lucha de clases y descubrir y aprender en las experiencias de injusticia y de desigualdad, lo que las ciencias aún no les confiaba.

Lo que queremos expresar, es que no hay, no existe, contradicción entre conocimientos y valores, por el contrario, entre ambos existe una complementación y relación dialéctica que no podemos desconocer ni pasar por alto. Pero también queremos afirmar, que en una época como la actual, con un desarrollo científico y tecnológico extraordinarios, pero a una enorme distancia de las personas comunes, debemos ser capaces de descubrir dentro del analfabetismo cultural que hoy nos supera, los enclaves valóricos que existen en las clases dominadas y a partir de estos, recomenzar la marcha histórica que nos libre de la opresión y explotación capitalista en su fase imperialista decadente.

 Chile, Mayo 2024

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