Vivimos en un contexto de grandes cambios políticos, económicos y socioculturales, pareciera que el letargo revolucionario iniciado a nivel mundial y nacional hacia fines de la década del ochenta ha terminado y se nos presentan distintos escenarios coyunturales, todos estos marcados por la fuerte tendencia transformadora, por la crisis y conflicto.
Tres factores explican en lo central esta situación de crisis prolongada del capitalismo existente en el mundo y en nuestro país.
En primer lugar, estamos observando un estancamiento general del desarrollo del sistema capitalista, lo cual no es nuevo, se arrastra desde mediados la década del setenta, luego de las tres décadas de máxima expansión (post segunda guerra mundial, hasta mediados de los años setenta). Esta tendencia se expresa en un descenso de la tasa de ganancia del capital, situación que se resolvería favorablemente para ciertas facciones de la clase burguesa, (fundamentalmente el sector monopólico financiero) durante los años ochenta y noventa por medio de las propuestas llamadas “neoliberales”, las cuales en lo fundamental se centraron en traspasar recursos desde el trabajo hacia los sectores del capital concentrado. La década de los noventa, en su primera mitad, permitió un crecimiento relativo del capital, en función del desmantelamiento de la enorme economía soviética y de las ex democracias populares de Europa Central. Una vez agotada esta inesperada oportunidad para el gran capital monopólico, se retoma el proceso de estancamiento, agravándose aún más desde la primera década del siglo XXI, con la crisis financiera de 2008-09, la cual golpeó con fuerza las economías capitalistas centrales. Con perspectivas de estancamiento y crisis a largo plazo nos enfrentamos a un nuevo intento de subsidiar la tendencia decreciente de ganancia del capital echando mano al bolsillo de los trabajadores. Esto se vislumbra en Europa, donde se intenta desmantelar los restos del estado de bienestar socialdemócrata, con las aventuras militaristas de los EE. UU. a favor de su complejo militar- industrial y nuestro continente con en el surgimiento de proyectos demagógicos y mesiánicos de ultraderecha liberal tipo Kast, Milei o Bolsonaro que intentan esquilmar la participación del trabajo en cada una de nuestras economías nacionales. Este intento de revivir las políticas ultra neoliberales es inviable, fundamentalmente debido a que las políticas llevadas a cabo en nuestros países en la década del ochenta o noventa se enfrentaban con una clase obrera que había tenido décadas de crecimiento de su participación en las economías locales, mientras hoy ocurre todo lo contrario, se han sucediendo a los menos tres décadas continuas ( cuatro para Chile), de perdida de peso de trabajo en la participación económica, en otras palabras, no tienen donde sacar.
En segundo lugar, podemos afirmar que estos viviendo un periodo de cuestionamiento a la hegemonía imperialista de los EE. UU. y su bloque supeditado (G7, Israel y otros). Este predominio no tiene en la vereda del frente a una fuerza homogénea, sino más bien a un conjunto de países o bloques que cuestionan la unipolaridad imperial de los EE. UU., desde posturas que van desde el antimperialismo hasta el soberanismo multipolar. El principal referente internacional que expresa esta disputa lo constituyen los BRICS, próximos a ampliarse en el año 2024 (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, por el momento) , junto con esta iniciativa se han configurado una serie de bloques y países que se oponen o abiertamente se enfrentan con el imperialismo y sus aliados , tales como el Eje de la Resistencia en Medio Oriente, la alianza militar de naciones de África occidental (Mali, Burkina Faso, Níger y Guinea) o las naciones latinoamericanas que resisten el injerencismo norteamericano , tales como Cuba, Venezuela, Honduras, Nicaragua y Bolivia. Todo esto acompañado de naciones que sin proclamarse antimperialistas sostienen claramente posiciones soberanistas que tienden a limitar la capacidad de acción del hegemonismo anglosajón. En el caso de los BRICS encontramos tres posiciones estratégicas que se esfuerzan en asegurar la multipolaridad. Una claramente circunscrita al soberanismo, como es el caso de la India, Brasil y Sudáfrica, que intentan fortalecer su independencia, sin llegar al enfrentamiento directo con los EE. UU., la República Popular China, con clara perspectiva de un enfrentamiento con este actor internacional, pero también, con el intento de retrasar esta lucha en función de tener una clara superioridad estratégica para prevalecer en un conflicto directo. Por último, tenemos la posición de la Federación de Rusia que percibe a la agresiva política imperial de los EE.UU. y de la subordinada Unión Europea como una amenaza existencial, por lo que ha tomado la audaz decisión político militar de frenar la expansión de este bloque hacia sus fronteras mediante la invasión de Ucrania y llevar a la OTAN a una guerra de desgaste que ha logrado el drenaje de recursos políticos, económicos y bélicos, que limitan seriamente la posibilidad del bloque imperialista de abordar conflictos de forma simultánea. Además de los grupos de países antes mencionados, podemos definir dentro de las perspectivas soberanistas y con buenas relaciones con los BRICS a países que tradicionalmente se alinearon con los EE.UU. y OTAN, pero en la actualidad mantienen una política exterior independiente, en ocasiones contradictoria, pero de acercamiento con los distintos bloques existentes, incluido la alianza hegemonista anglosajona – Unión Europea. Estos países no constituyen un bloque de por sí, más bien es una corriente de actuación en la política internacional, sin embargo, por el peso geopolítico, demográfico y económico de cada uno de estos poderes nacionales, este realineamiento es vital, para definir las transformaciones en las correlaciones de fuerzas en el planeta. Podemos ubicar a México. Turquía, Pakistán, Indonesia entre otros este tipo de estado que más que alinearse se definen como polo de influencia en sí. Cada uno de estos estado , mantiene políticas contradictorias, Turquía es un ejemplo de lo expuesto, que apoya a la Federación Rusa para evadir sanciones impuestas por la U.E. y EE.UU., mientras vende armas a Zelenski, declara que aspira a ser aliado estratégico de la Republica Popular China, pese a pertenecer a la OTAN, se enfrenta con la Federación Rusa en Libia y en la Republica Árabe Siria , pero se une a esta para condenar cualquier intervención neocolonial contra los gobiernos africanos que se intentan liberarse de sus antiguos amos, mantiene excelentes relaciones con Venezuela, siendo importante para evitar el bloqueo que se ha impuesto al proceso revolucionario. Cada una de estas posiciones en materia internacional son especificas y responden a una evaluación caso acaso de los estos estados, para un revolucionario no son suficientes, pero tomando en cuenta que tan solo hace unos años cada uno de estos países actuaba con absoluta alineación con el capital monopolista de los EE.UU. , sin duda este cambio involucra una gran pérdida apara estos últimos y una mayor capacidad de maniobra para los pueblos que luchan por su liberación social y nacional.
Esta tendencia a la perdida de predominio del bloque imperialista hegemonizado por los EE. UU., en gran medida se explica por la situación de estancamiento del capitalismo abordada en el primer punto de esta convocatoria, no tiene un destino predeterminado, tal cosa no existe en la lucha de clases, todo dependerá de las fuerzas, habilidades, disposición al sacrificio y la lucha que las fuerzas en pugna despleguemos. Nos planteamos en primera persona plural, pues esta lucha entre el imperialismo y la soberanía nacional, entre la burguesía monopólico-financiera y los pueblos se combatirá a nivel global en cada nación y espacio de poder que conquistemos. Vivimos una paradoja histórica en que el imperialismo muestra su cara más cruel, tanto en Ucrania como en Palestina ocupada, donde intenta generar un tercer foco de conflicto en el Mar de China, sin embargo en esta agresiva locura guerrerista expone como nunca sus debilidades y límites. Es nuestro alto deber revolucionario profundizar en cada uno de nuestros espacios de influencia y poder estos factores, pues la derrota del capital monopolista abre el camino tanto a la liberación nacional, como social de nuestra Patria.
En tercer lugar, abordaremos de forma general el estado del régimen capitalista en nuestro propio país, el cual se ve impactado por los dos fenómenos globales expuestos en los puntos anteriores y por una condición local especifica. Esta última condición expresa el fin de un ciclo de crecimiento económico desigual y de estabilidad política establecida a partir del término de la dictadura pinochetista y inicio de la llamada transición democrática. Este ciclo se desarrolla con fuerza particularmente durante la década de los noventa, en un contexto de derrota de las organizaciones políticas populares nacionales, de derrumbe del bloque de naciones socialistas y des perfilamiento de los procesos de liberación nacional, en los países dependientes. A la derrota del proyecto de salida revolucionaria de masas de la negra noche dictatorial, se sumaba una pérdida de principios políticos ideológicos amparada por el supuesto fracaso de los socialismos reales. Importantes organizaciones políticas de izquierda abrazaron el paradigma post moderno, abandonando tanto los objetivos auténticamente reformistas, así como los revolucionarios. Tanto las concepciones socialistas, como las del Estado benefactor van despareciendo de la izquierda, generando la desaparición de organizaciones, o su refundación sobre bases neoliberales, tales como la llamada Tercera Vía. Esta situación se expresó también en la desintegración del entramado social de masas que fue cooptado y desmantelado, para que el proyecto neoliberal vigorizado con nuevos adeptos no encontrara una oposición seria. Los años noventa fueron los años del cogobierno de la Concertación y la derecha, de la adscripción absoluta al llamado consenso de Washington y de la profundización del modelo económico heredado de Pinochet. Sin embargo, vemos como luego de tres décadas el jaguar ralentizó la marcha, luego de un crecimiento promedio en la década del noventa del 6,1 %, pasamos al 4,26 % de la primera década de este siglo, hasta un mediocre 3,33 %, en la década pasada (2010-2020). Claramente nos enfrentamos a los límites de las posibilidades del patrón de acumulación capitalista centrado en el capital financiero monopolizado. Lo anterior sumado a un desgate político de los dos bloques hegemónicos que lideraron la actividad política en los últimos treinta años, situación que se expresó fuertemente con las movilizaciones estudiantiles del 2011, pero sobre todo en el proceso de rebelión popular de 2019. El momento político creado por las masivas movilizaciones populares tuvo visos de una situación prerrevolucionaria, sin embargo, no logró constituir las condiciones de una ruptura transformadora, fundamentalmente por la ausencia de una Dirección Política Revolucionaria que contribuyera a organizar y conducir el movimiento de masas volcadas a la calle. La firma del Acuerdo por la Paz en noviembre de ese año, junto con la crisis provocada por la pandemia del Covid 19, que le dio un respiro al impopular gobierno derechista, sumado al insípido gobierno de Boric en 2021, el cual ha defraudado en gran medida al movimiento popular que viabilizó su elección , complementado al fracaso de la Convención Constitucional , ha arrogado un escenario de reflujo de masas , el cual tiene una diferencia sustancial respecto al vivido en la década del noventa, pues este respondía a una derrota estratégica de los sectores populares y revolucionarios a nivel nacional y global y se daba en medio de un proceso de expansión capitalista. Actualmente esta situación no se corresponde con la realidad, como vemos cada uno de los factores de estabilización del régimen se encuentra en cuestionamiento:
- Se presenta un estancamiento del desarrollo del capitalismo mundial
- Se da un proceso de perdida acentuada de la hegemonía estadounidense en favor de un escenario de multipolaridad
- Agotamiento del patrón de acumulación neoliberal en nuestro país.
- Debilidad extrema de las fuerzas políticas que garantizaron la estabilidad neoliberal. Polarización política.
- Incapacidad de generar nuevos actores estabilizadores viables, como es el actual gobierno.
- Problemas estructurales no resueltos, sino más bien postergados, constitución, sistema de pensión, desigualdad, entre otros.
En esta condición es muy probable que las condiciones de reflujo sean pasajeras, y por lo tanto es nuestro deber avanzar en la construcción del factor subjetivo para las transformaciones revolucionarias en nuestra Patria.
Entre estos factores, uno de estos es central para evitar que se repita el escenario no concretado que vivimos en 2019-20, la existencia de una autentica Dirección Política Revolucionaria que sea capaz de dar la conducción que permita trascender las condiciones de espontaneidad y lograr las rupturas transformadoras. En los escenarios que prevemos es absolutamente impostergable la construcción de organización revolucionaria en la forma de partido de nuevo tipo, que asuma en el presente la tarea de reconstrucción del movimiento popular e inicie un proceso de acumulación de fuerzas que permita en el futuro constituirse en el factor subjetivo principal de las rupturas transformadoras.
Debemos, hacer mención. Que si bien se presentan condiciones muy favorables para las transformaciones, el factor subjetivo expresado en la organización política de los sectores populares mantienen una serie de trabas y complejos que son necesario erradicar.
Las organizaciones antisistema, si bien comparten un análisis similar de la situación política y del que hacer frente a la crisis, muchos de sus dirigentes son incapaces de articular estratégicamente sus orgánicas, incluso cuando estás solo representan a un par de compañeros a nivel nacional, existen también una infinidad de lobos solitarios con un alto nivel de preparación política, que no son capaces de asumir un compromiso colectivo primando su ego intelectual en desmedro del bien común. Esos lastres impiden una configuración del movimiento político unido en un programa común.
Entramos en una espiral de agotamiento del modelo y de desestabilización política que nos entregará nuevas oportunidades históricas para producir trasformaciones revolucionarias. Estas capacidades no las vamos a construir por medio de fuerzas políticas dispersas e irrelevantes, se requiere consolidar capacidades básicas en recursos políticos que permitan asentar una pequeña organización, pero que permita concretar la acumulación de recursos críticos, que permitan dar conducción a los muy probables procesos de movilización ascendentes que experimentaremos en los próximos cinco años, potenciados por demandas no resueltas o la llegada al gobierno de sectores reaccionarios. De hecho, más que materia de principios, el proceso de unidad para la construcción de una Dirección Política Revolucionaria tiene el sentido urgente de contar con las fuerzas adecuadas para no repetir un fenómeno como el de 2019-2020, donde primó el espontaneísmo y la falta de objetivos concretos de movilización. Es contar con las capacidades que nos permitan ser determinantes o a lo menos relevantes en las luchas políticas y sociales que con seguridad enfrentaremos en los próximos años, debido a la actual fase de desarrollo capitalista en nuestro país, que convierte a nuestra sociedad en una olla a presión con su válvula tapada. Esta válvula tapada es la ausencia de alternativas concretas de alivio a las condiciones de explotación, desigualdad, endeudamiento progresivo, delincuencia galopante y crisis ética que afecta gravemente la convivencia social.
La construcción de la DPR entendida como una organización que tienda a la conformación de Partido Leninista de Nuevo Tipo, conformado por cuadros militantes debe ser acompañada por la creación de referente intermedio que acompañe el trabajo de masas y se convierta en la cantera de reclutamiento y acumulación. Este mantendrá un carácter de masas, con un carácter abierto y público, que deberá abordar, en conjunto con la organización partidaria, la tarea de reconstrucción del movimiento popular, con conciencia de sí y para sí, en los sectores sociales menos politizados o con un agrado de conciencia no sustentada en el socialismo científico.
A su vez la coyuntura generada por el Plebiscito Constitucional del 17 de diciembre facilita la generación de un gran espacio unitario de las fuerzas y grupos contrarios al neoliberalismo, en este contexto la organización en conformación debe ser incidente en cuanto a propiciar el surgimiento de un espacio de unidad política y social de los sectores populares, nuestro camino no debe ser un camino solitario , más bien de la convergencia de las fuerzas que pugnan por un autentico anti neoliberalismo, hasta las que se encuentran comprometidas con la edificación de un Chile Socialista. Una organización que posee autentica vocación de poder debe rechazar de forma terminante el sectarismo, que en la mayoría de las ocasiones solo encubre la propia irrelevancia. Cualquier proyecto real de poder debe concretar su política de alianzas agrupando sus fuerzas en función de objetivos políticos comunes, a corto, mediano y largo plaza, rescatando nuestra la rica experiencia del movimiento popular chileno que permitió el desarrollo de una alternativa real de gobierno como fue la Unidad Popular.
Estamos en un momento critico del desarrollo de la lucha de clases en nuestra Patria y planeta. Necesitamos desde ya la construcción de los instrumentos que viabilicen la victoria de los sectores populares, cada momento que perdemos en esta construcción nos significa perder capacidades y poder en el futuro. En la acción política y sobre todo cuando esta tiene contenido revolucionario, el tiempo es el bien más escaso. Entendiendo la dinámica de la historia, comprendiendo los vivido en los últimos años con una acción política débil, en la medida que débiles son las organizaciones que la ejecutan, es un deber de los revolucionarios la construcción del instrumento capaz de iniciar un autentico proceso de acumulación de fuerzas políticas, sociales y orgánicas que nos posicionen con las capacidades que permitan prevalecer en la disputa por cambiar el actual rumbo de nuestra Patria.
En este documento queremos hacer el llamado a engrosar las filas del partido de la clase trabajadora de chile, en honor a los hombres, mujeres y niños desaparecidos, por nuestros héroes caídos en combate contra el capital y contra la dictadura fascista de Pinochet, así como a los abatidos en los años de esta falsa democracia encadenada a la lógica neoliberal, hacemos un llamado a tu conciencia para que juntos, a nuestra clase, comencemos a construir los cimientos del partido político y movimiento de masas, que dé el impulso hacia el camino de la victoria.